ANIAK.

David nos estaba esperando cuando aterrizamos en Aniak. Lo primero que me llamó la atención es el quad. Todo el mundo se mueve con quads y viajan hasta seis personas encima de ellos. Pusimos nuestro equipaje en un remolque y fuimos los tres encima del quad hasta la casa de David. Viven en una pequeña cabaña de madera en un lugar privilegiado. Las calles de Aniak están sin asfaltar y las casas se encuentran escondidas entre los árboles. Es un pueblo que está como desperdigado, se ve pero no se ve, es díficil de explicar.

Nuestra casa aquí es la tienda de campaña que David nos ha instalado pegadita a la cabaña y donde sólo pisamos para ir a dormir.

La llegada a Aniak me impactó. Hubo un momento en que fui consciente del rincón del mundo en el que me encontraba y estaba totalmente impresionada. Un lugar remoto donde no llega carretera alguna y enmedio de una naturaleza salvaje. Aquí el silencio campa a sus anchas y cuesta acostumbrarse a él.

Los nativos piensan que los blancos que vienen hasta aquí huyen de algo, porque nadie viene a vivir a un sitio como este si no se huye de algo, así es como se lo plantean. Es por eso que no se hacen preguntas directas sobre la vida que han llevado antes de llegar aquí.

Tras una lección avanzada sobre cómo funciona la vida en Aniak, nos pusimos manos a la obra y totalmente preparados para todo decidimos disfrutar a tope de esta experiencia única.

Pd: Eleanor Roosevelt: "Ganas en fuerza, valor y confianza con cada experiencia en la cual realmente te paras a mirar el miedo de frente...a hacer las cosas que crees que no puedes hacer."